«El nombre en clave de Hillary Clinton en el Servicio Secreto es “Evergreen”, el mismo que utiliza una empresa de transporte para transportar a niños, fuertemente sedados y confinados en contenedores etiquetados como “Live Art”. Estos contenedores se entregan a individuos de alto perfil involucrados en crímenes horribles, incluyendo la explotación infantil, el abuso, la extracción de órganos y los sacrificios rituales»
Hilary Clinton lleva más de una década bajo el foco de la conspiración. No se trata solo de las antipatías que ha cosechado su actitud de orgullo y superioridad entre los políticos republicanos y demócratas. Es que la Clinton apareció a menudo en los miles de emails liberados en Wikileaks en los que se hablaba, entre otras cosas, de las aberrantes prácticas pedófilas de una supuesta organización responsable de la desaparición y el tráfico de niños para satisfacer las aberraciones sexuales y de otra índole de las élites que realmente gobiernan los Estados Unidos y otros países del mundo y que profesan el más oscuro satanismo como religión común.
Los medios de manipulación del sistema ridiculizaron desde el primer momento lo que se dio en llamar «Pizzgate». Un escándalo en el que se vieron inmersos no pocos personajes de la alta política y finanzas, que en sus comunicaciones cifradas se referían a los niños de sus preferencias como «pizzas» y los definían usando diferentes ingredientes como el pepperoni para indicar si los preferían de un sexo u otro, o de un color de piel y cabello específicos. El Pizzagate fue relacionado, según investigaciones privadas, con otro caso paralelo; el de Jeffrey Epstein, el supuesto «suicidado» en prisión que proveía de «ganado sexual» a buena parte de las personas influyentes que participaban en sus fiestas. Y uno de los personajes comunes en todas estas tramas ha sido siempre Hilary Clinton, iconizada política por los progres norteamericanos que nunca llegó a la presidencia de los Estados Unidos, que era su sueño desde hacía décadas.