Prepotente y desafiante cada vez que aparece en los medios, este significado socialista que ahora pasta en el grupo mixto con tal de no perder su privilegio económico por tener escaño en el congreso, ha pretendido una y otra vez desprestigiar a los periodistas que han investigado los tratos de favor que ha dispensado a «acompañantes» pagadas supuestamente con dinero público. Tal conducta, en un país normal, provocaría el cese fulminante de cualquier indeseable de su cargo público. Pero en España, como buen político al uso (de esos que fuera de la política pasarían hambre por ineptos) Ávalos no desaparece de la vida pública a esperar las consecuencias de sus muchos episodios sospechosos que ahora le acorralan. Se recoloca en cualquier otro sitio, sabedor de que le protegen los secretos que podría contar y que arrastrarían a un buen número de impresentables de su partido. Éste Ávalos es el mismo que años antes declaró cargado de soberbia que había «venido para quedarse». Ahora le rodea un halo de vergüenza pública que, como a tantos otros, parece no importarle lo más mínimo.